Entre octubre de
2007 y marzo de 2008, dos bancos de inversión norteamericanos, dominantes en el
mercado de los derivados financieros (productos creados por la negociación de
bonos e hipotecas) sufrieron estrepitosas quiebras. Dos años atrás Lehman Brothers, uno de los
bancos quebrados había sido declarado como un ejemplo de corporación innovadora
en el mercado “precisamente por hacer cosas que no pueden verse en ningún otro
sitio”. Estas corporaciones habían tomado paquetes de miles de hipotecas con
alto grado de riesgo y las habían sacado al mercado con tasas de interés
atractivas pero ancladas a una enorme exposición al riesgo. Cuando se dieron
cuenta que las cuentas iban al rojo y que las pérdidas por incumplimiento de
hipotecas excedían su capital, tuvieron que salir a vender en pánico. La cadena
de eventos en efecto dominó provocó pérdidas por miles de billones de dólares
en los dos años siguientes. El gobierno
norteamericano y la corona británica tuvieron que pasar a controlar la gestión
de al menos trece bancos de gran envergadura debido a su falta de solvencia.
Hoy -5 de
febrero- el gobierno federal de los Estados Unidos presentó una demanda judicial
contra Standards & Poor’s, la mayor agencia clasificadora de riesgo de los
Estados Unidos, por negligencia y no haber cumplido con estándares básicos al
realizar la clasificación de los activos financieros tóxicos, los bonos
basura que trajeron abajo el mercado
entre el 2007 y 2008. Después de cuatro años al gobierno federal no le queda
duda de que hubo colusión de intereses indebida entre bancos y clasificadoras,
donde siempre debió existir rigurosidad e independencia.
Ojalá esta
medida fuese una estocada mortal a la formación de grupos de interés no éticos
en la cultura corporativa de la economía neoliberal, pero desafortunadamente es
sólo un deseo. A mediados de noviembre
en tres semanas, el índice Dow Jones, compuesto por los valores de las acciones
que cotizan en la Bolsa de New York había retrocedido a los niveles que tenía
en enero de 1999: en esas pocas semanas se esfumó el 35% del valor del mercado
accionario que había creado la especulación. EL derrumbe tuvo efectos
inmediatos en la mayoría de bolsas latinoamericanas. Afortunadamente el Perú se
encontraba en el grupo de países cuyas economías no estaban fuerte-mente
acopladas a los mercados financieros y
quedó protegido por los fusibles de la inversión productiva. La reducción de la inversión en la economía quedó
encapsulada y el Perú pudo sortear el riesgo.
La situación ha
cambiado. El Perú se ha convertido en una plaza atractiva para los capitales de
corto plazo y, el efecto combinado de los ingresos estables provenientes de la
bonanza de las exportaciones de productos tradicionales, con los flujos de
capital neto, ha generado un aumento del endeudamiento general en la economía
especialmente en los hogares. El BCR
informó a fines del 2012 La tasa de crecimiento anual de la deuda por créditos de consumo e hipotecarios
osciló entre setiembre de 2011 y marzo de 2012, de 21,2% a 19,6% en consumo y
de 27,9% a 25,7% en créditos hipotecarios, la recta para el periodo completo de
tres años es muy empinada. La tasa de crecimiento de los créditos fue superior
a la observada en el período mas agudo de la crisis global. No existen signos
visibles de un aumento de las tasas de incumplimiento de pago de los créditos, pero
también es cierto que toda escalada veloz alcanza un punto de inflexión.
Una medida
sólida para reducir el riesgo sistémico es
alimentar bases sólidas en la economía real, esto es creando vínculos de
nuestro archipiélago de mercados de diversos tamaños, interconectando la economía
nacional.
Con una economía
que está atrapada por el volumen de exportaciones de materias primas una forma
de promover procesos endógenos vinculados al modelo de apertura es fomentar la
diversificación de la economía a través de proyectos de diversa envergadura,
especialmente aquellos que puedan crear valor agregado a partir de productos locales
que tienen amplios márgenes de crecimiento. Eso implicaría que las fuentes de
inversión de largo plazo, como es el caso de las AFP disminuyeran sus apuestas
en el mercado financiero internacional para pasar a aumentar la proporción de
inversiones en la economía real peruana. No obstante a contracorriente con este
reto, el BCR decidió en enero de 2013, elevar el umbral permitido de inversión
de las AFP en activos extranjeros hasta el 32% (buen trabajo de los lobbystas).
Desde noviembre del 2006 el Banco Central ha venido incrementado gradualmente
el límite operativo para las inversiones en el exterior, pasando de 10.5% hasta
el límite actual de 32%, limitando así el flujo de recursos que podría destinarse
a proyectos de origen peruano.
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